lunes, 20 de diciembre de 2010

Madre no hay más que una

Hay un dicho chino que creo que resume perfectamente el papel que, a mi modo de ver, debería tomar la sociedad respecto de la maternidad: "Si deseas hacer fuerte al hijo, ayuda a ser fuerte a su madre." (No recuerdo el autor).
El ser madre implica una enorme responsabilidad, sin embargo para disponer de esa "habilidad para responder" a la situación como es debido, toda madre debe disponer primero de una situación de estabilidad emocional, social y económica adecuadas.
En un mundo ideal lo lógico sería apoyar a toda madre en el proceso, para así permitir que el hijo pueda recibir directamente de su única madre natural los cuidados y las atenciones necesarias. Pero no nos encontramos en un mundo así, nos encontramos en un mundo en el que los seres humanos mueren de hambre, no sólo en los llamados países tercermundistas. Vivimos en un mundo donde los Derechos Humanos lucen por su ausencia y donde se cometen constantemente injusticias en nombre de la justicia. Vivimos en un mundo egoísta y frío, materialista y desequilibrado, enfermo y corrupto, desalmado y estresado, explotado y contaminado. Realmente es un milagro que haya personas que en estas condiciones todavía sean capaces de ofrecer ternura, consuelo, comprensión, amabilidad, apoyo y lo que es más importante amor.
Un bebé que llega a este mundo y tiene una madre dispuesta a dedicarle su vida, su energía, su tiempo, su esfuerzo y su único e irremplazable amor de madre ( pues como todo el mundo sabe: "Madre no hay más que una."), debería poder disfrutar de todos esos regalos que le corresponden por derecho, un derecho natural y por encima de toda opinión, religión, política...Pero, desgraciadamente, son muchos los que opinan que apoyar a una madre es caro y muy complicado, implica un largo proceso, por lo que resulta mucho más práctico y apropiado, el ignorar el derecho del hijo a disfrutar de las atenciones de su madre y entregar al menor a su familia o a terceros. El menor, de ser preguntado, diría que quiere estar con su mamá, ya que la sabia Madre Naturaleza, en el larguísimo proceso de la evolución ha dotado a todo recién nacido de ese instinto para diferenciar a la madre del resto. Sin embargo, nada más fácil en nuestro actual mundo materialista y desnaturalizado, que ignorar la necesidad del menor de disfrutar del amor de su madre y todo lo que él conlleva, basándose en factores, que vistos con más detenimiento acaban siempre significando costes económicos. Una vez más el poder del dinero se superpone al poder del amor. Lo que es más absurdo, es que sea en nombre de los Derechos del Menor y del bien social. Desgraciadamente no estoy teorizando sobre un tema lejano, estoy hablando de una realidad que conozco perfectamente, estoy hablando de mi propia experiencia.
La experiencia de una madre a la que le ha sido declarado su hijo en "situación de desamparo". Nunca pensé que algo así me fuera a ocurrir precisamente a mí. Pero ha ocurrido y por ello me siento en la obligación de publicarlo, para poder dar mi visión de los hechos y de cómo se ha llegado a esta situación. Me siento víctima y como toda víctima, a pesar del sufrimiento y de la sensación de injusticia, de la vergüenza y de la sensación de indefensión y debilidad, tengo el derecho y la fuerza a denunciar y a hacer pública mi historia, con la esperanza de que a alguien le pueda servir de inspiración o de ayuda.
Se requiere mucha fuerza de voluntad y mucha valentía para enfrentarse a situaciones en las que arriesgamos lo más valioso que poseemos. Yo no poseo nada, así que no soy valiente, ya que no tengo ya nada que perder, me lo han quitado, me lo han robado. Pero el amor de una madre puede dar fuerzas sobrenaturales a aquellas que saben escuchar a su amor interior. Ese es mi caso, me siento capaz de cualquier cosa para devolver a mis hijos a su madre, porque sólo me tienen a mí, yo soy su única madre. Recuperarles a ellos es recuperarme a mí misma.
Ahora vuelvo a caminar con paso firme, a correr, a volar hacia mis amados y el tiempo pondrá las cosas en su sitio. Mientras hay vida hay esperanza y en toda situación difícil, al final del camino, hay un regalo esperándonos. El regalo que a mí me espera es le mayor de todos los regalos, el amor puro y sincero, el incondicional y espiritual. Mientras vivamos por y para el amor, nada está perdido. Ya no soy una "madre desamparada", ahora vuelvo a ser una "madre amparada". Mis hijos vuelven a tener a una madre en situación de amparo, no el social, no el económico, pero sí el del amor. Me siento amparada por el amor que nace de mí para mis hijos y que me da fuerzas para seguir mi lucha diaria por sobrevivir. Ahora mi lucha es ser la madre a la que mis hijos tiene derecho, más allá de lo que opinen los demás, más allá de lo que dicten las leyes, más allá de lo que hagan con esas leyes las personas que obran en su nombre, porque es lo que mis hijos desean y necesitan, porque es lo que deseo y necesito yo, su única madre, con toda mi alma y con todo mi corazón.

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